Lucía Jiménez (Carmona, 1973) es un rostro conocido en el mundo cofrade y parroquial de la ciudad. Diplomada en Ciencias de la Educación, trabaja en el aeropuerto de Sevilla en una empresa logística. Actualmente, ostenta el cargo de secretaria primera de la hermandad de la Columna, es secretaria del Consejo General de Hermandades y Cofradías y secretaria del Consejo de Pastoral de la parroquia de santa María, donde forma parte de los grupos de patrimonio y de catequesis, ayudando en la coordinación de la catequesis de confirmación de jóvenes y siendo la coordinadora de confirmación de adultos de las Hermandades.
Hermana de las Hermandades de la Columna y de la Santísima Virgen de Gracia de Carmona y de la Hermandad de la Estrella de Triana, desde el año 1990 forma parte ininterrumpidamente de la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Columna, ocupando diferentes cargos como diputada de liturgia, de caridad, de formación, de secretaria (este último el que más ha desempeñado), siendo Hermana Mayor de la misma en el periodo 2011-2017.
Además, es socia de Amigos de África-Carmona y de la ONG “Korima”, vinculada a la Congregación de Religiosas de María Inmaculada Misioneras Claretianas, con quienes he tenido varias experiencias de misión. Y ahora, tiene la bonita y difícil tarea de pregonar la Semana Santa de Carmona.
Ser pregonera, con raíces profundamente cristianas, ha de ser un lujo a la hora de escribir convencida...
Ser pregonera de Carmona es un alto honor sin duda, es una distinción que te llena de orgullo, pero al mismo tiempo, de una enorme responsabilidad, por lo que lo vivo desde la más profunda humildad.
Anunciar a tu ciudad, esa Semana en la que Dios nos muestra a cada uno de nosotros, sin cansarse, todo su infinito amor, no es tarea fácil y no sería capaz de realizar ese anuncio, sin un convencimiento en ese Amor con mayúsculas que Dios nos tiene y sin haberlo experimentado en mi vida.
¿Cómo fue la noticia?
La noticia me llegó de la manera más sencilla y sorprendente. En un encuentro casual que tuve con el presidente del Consejo, Francisco Perea y el consiliario del Consejo, el Rvdo. Padre José Ignacio Arias, cuando me dirigía una mañana de sábado a la parroquia de Santa María. La Providencia quiso que nos encontrásemos los tres y en esa conversación que teníamos, cual discípulos de Emaús, surgió la propuesta.
¿Cómo se enfrenta una persona de fe a un folio en blanco para exaltar nuestra fiesta mayor?
Pues poniéndome en las manos de Dios, como siempre lo he hecho en cada decisión, acontecimiento y circunstancia de mi vida, dejando que sea el corazón quien dicte palabras, frases, que van tomando cuerpo y forma poco a poco, para intentar de plasmar lo que vivo y siento en mi día a día y sea reflejo de lo que celebramos en esos días en los que Carmona revive y conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
¿Está todo ya dicho en esto de los pregones?
Partimos de la base que un pregón contiene siempre un mismo mensaje: el anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Dios, Nuestro Señor... pero siempre tendrá la novedad de la impronta que cada pregonero dote a su pregón.
Los recursos que se utilicen, dependerán mucho de las vivencias y sentimientos del pregonero. No hay pautas, esquemas, formas prefijadas... solo la tradición, que a veces pesa demasiado. La valentía en las palabras, lo novedoso de las formas, las impone el propio pregonero, por lo que siempre hay una ventana abierta a algo fresco y distinto.
Hablemos de FE, con mayúsculas. ¿Dónde descansan tus pilares como creyente?
Mi fe es el resultado de toda una vida de encuentros, de búsqueda, de una necesidad constante de vivir los valores del Evangelio.
Mis pilares están sin duda en mi familia (donde nació mi fe), en mi Hermandad (donde creció) y en mi parroquia (donde se ha ido fortaleciendo).
Esos tres pilares me han llevado a una experiencia personal de oración y de encuentro con Dios en la Eucaristía, que cimientan y dan sentido a mi vida.
Has estado vinculada siempre a grupos de fe como catequista. ¿Está la juventud tan alejada de la Iglesia como creen nuestros mayores?
Los jóvenes están inmersos en una sociedad donde se les ofrecen formas de ser felices de una manera rápida y sin apenas esfuerzos. Todo es un envoltorio de algo que está vacío... La iglesia, como madre, les ofrece autenticidad y un proyecto de vida.
Más que alejada, yo diría que a la juventud le asusta el compromiso y huye de esas Eucaristías donde se sienten solo espectadores, sin ser partícipes. Desde la Iglesia, debemos de mostrarles ese mensaje que desenmascare los tópicos, que lleve a los jóvenes a experimentar la alegría de un encuentro con Dios, sin tapujos y sin miedos.
¿Qué le falta a la Iglesia para llegar con mayor eficiencia a nuestros jóvenes?
Nos falta entusiasmo a veces. Nos dejamos llevar por “lo de siempre, lo que siempre se ha hecho y cómo siempre se ha hecho” y no buscamos nuevas formas de transmitir el mensaje de Jesús, que es invariable, pese a los momentos, modas y situaciones.
Los jóvenes de hoy, no son los jóvenes de hace 10 años está claro. Tenemos que reciclarnos y pese a que su respuesta sea escasa (no debemos mirar los números, sino lo auténtico y verdadero), debemos pensar que Dios es quien recoge los frutos, nosotros somos meros sembradores de su Palabra. Si sembramos con alegría, con convicción, Dios hará germinar, antes o después, ese esperado fruto.